Que Dice la Biblia Acerca del Control de las Armas?

Que Dice la Biblia Acerca del Control de las Armas?

por

Larry Pratt

Vice-Presidente Ejecutivo

Fundación de Dueños de Armas

El argumento mas popular para el control de armas parece ser que la disponibilidad de armas es la causa del crimen. Por extensión lógica, la disponibilidad de cualquier tipo de armas tendría que ser considerada como la causa del crimen. ¿Que dice la Biblia acerca de este punto de vista?

Quizás deberíamos empezar por el principio, o al menos, muy cerca del principio–en Génesis 4. En este capítulo leemos acerca del primer asesinato. Caín ofreció un sacrificio inaceptable a Dios, y Caín estaba molesto porque Dios le insistió que hiciera lo correcto. En otras palabras, Caín se puso bravo porque no podía hacer lo que le daba la gana.

En vez de obedecer a Dios, Caín decidió asesinar a su hermano Abel. No habían armas de fuego disponibles, aunque bien podría haber sido un cuchillo. Si se trataba de un cuchillo o una roca, la Biblia no lo dice. El punto es que la causa de la muerte de Abel fue la maldad en el corazón de Caín, no la disponibilidad del arma homicida.

La respuesta de Dios no fue el prohibir el uso de rocas o cuchillos, o cualquiera que haya sido el arma usada por Caín, sino desterrar al asesino. Mas adelante (ver Génesis 9:5-6), Dios instituyó la pena capital, pero no dijo ni una palabra acerca de la prohibición las armas.

¿Enseñó Jesús el Pacifismo?

Muchas personas, aun muchos cristianos, suponen que Jesús enseñó el pacifismo. Citan a Mateo 5:38-39 como prueba. En estos versículos, Jesús dijo, “»Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente.” Pero yo les digo: No resistan al que les haga mal. Si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.>”

El sermón en la montaña, de donde se toma este pasaje, se refiere a la conducta justa de una persona. En este pasaje, Cristo está aclarando una confusión que había llevado a la gente a pensar que la conducta apropiada para el gobierno civil–es decir, dar retribución–también era apropiada para un individuo.

Incluso el uso de palabras utilizadas por Cristo indica que Él se refería a una confusión o distorsión común. Varias veces en el resto del sermón en la montaña Cristo utilizó esa misma frase, “Ustedes han oído que se dijo.” Era una forma de hablar para explicar los malentendidos o las falsedades que los líderes religiosos de la época enseñaban.

Esto se contrasta con el uso de Cristo de la frase “está escrito” cuando apelaba a la autoridad de las Escrituras. Por ejemplo, véase Mateo 4, donde en tres ocasiones Jesús fue tentado por el diablo. Cristo respondió a cada una de las mentiras del diablo o malas interpretaciones de las Escrituras con las palabras: “Escrito está”.

Para subrayar aún más la idea de que Cristo estaba corrigiendo a los líderes religiosos de su enseñanza de que “ojo por ojo” se aplica a la venganza privada, tengan en cuenta que en el mismo sermón, Cristo condenó enérgicamente las falsas enseñanzas: “Todo el que infrinja uno solo de estos mandamientos, por pequeño que sea, y enseñe a otros a hacer lo mismo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos…. ” (Mateo 5:19). Es evidente, pues, que Cristo no estaba enseñando algo diferente respecto a que la autodefensa es apropiada, de lo que se enseña en otras partes de la Biblia. De lo contrario, estaría contradiciendose a sí mismo, porque El ahora estaría enseñando a los hombres a romper uno de los mandamientos.

La referencia a “ojo por ojo” fue tomada de Éxodo 21:24-25 que trata de cómo el magistrado debe reaccionar frente a un crimen. Es decir, el castigo debe ajustarse a la delincuencia. Los líderes religiosos de los días de Cristo habían torcido un pasaje que se aplicaba al gobierno y lo habían usado como un principio de venganza personal.

La Biblia distingue claramente entre las funciones del magistrado civil (el gobierno) y los deberes de un individuo. Es decir, Dios ha delegado a los magistrados civiles la administración de la justicia. Los individuos tienen la responsabilidad de proteger sus vidas de los atacantes. Cristo se refería a esta distinción en el pasaje de Mateo 5. Pasemos ahora a examinar con mas detalle lo que las Escrituras dicen acerca de las funciones del gobierno y de los individuos.

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento aprueban la defensa personal del individuo, aun si esto significa tomar la vida del agresor en determinadas circunstancias.

La Auto Defensa en el Antiguo Testamento

Éxodo 22:2-3 nos dice: ” »Si a alguien se le sorprende robando, y se le mata, su muerte no se considerará homicidio. Si se mata al ladrón a plena luz del día, su muerte se considerará homicidio. El ladrón está obligado a restituir lo robado. Si no tiene con qué hacerlo, será vendido para restituir lo robado.»”

Una conclusión que se puede sacar de este pasaje es que una amenaza contra nuestra vida debe ser resistida con fuerza letal. Después de que el sol haya salido parece referirse a una sentencia distinta a la permitida por la noche. Por la noche es más difícil discernir si el intruso es un ladrón o un asesino. Además, la noche hace que sea más difícil defenderse y evitar la muerte del ladrón al mismo tiempo. Durante el día, es mejor que sea claro que su vida estaba en peligro, de lo contrario, la defensa se convierte en venganza, y eso pertenece en las manos del magistrado.

En Proverbios 25:26 leemos que “El justo que vacila ante el malvado es como un manantial turbio y un pozo contaminado.” Sin duda, vacilaríamos ante los criminales si elegimos estar desarmados y ser incapaces de resistir a un asaltante que podría amenazar nuestras vidas. En otras palabras, no tenemos derecho a entregar nuestra vida, que es un don de Dios, a los malvados. Es un grave error igualar a una sociedad civilizada con una en la que las personas decentes se convierten en limpiabarros para que el malvado las pisotee.

Confiando en Dios

Otra pregunta que se hacen los cristianos es, “El tener un arma acaso no implica falta de confianza en que Dios cuidará de nosotros?”

En efecto, Dios cuidará de nosotros. Pero Él también nos ha dicho que si le amamos, guardaremos sus mandamientos. (Juan 14:15)

Aquellos que confían en Dios trabajan para ganarse la vida, sabiendo que 1 Timoteo 5:8 nos dice: “Pero si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo.” Si un hombre no trabaja, y espera que Dios le de de comer porque esta “confiando en El,” en realidad estaría desafiando a Dios.

El rey David escribió que “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.” (Salmo 46:1) Esto no crea conflicto con alabar al Dios bendito, “que adiestra mis manos para la guerra y mis dedos para
la batalla.” (Salmo 144:1)

La enseñanza de las Escrituras es que estemos preparados y que trabajemos, pero que confiemos el resultado al Señor Dios.

Los que confían en Dios deben proveer por su propia defensa, tal como somos instruidos en los pasajes citados arriba. Si un hombre se niega a proveer adecuadamente por su defensa y la de su familia, estaría desafiando a Dios.

Existe una preocupación adicional para los que toman la posición de que “yo no necesito armarme, porque Dios me protegerá”.

Cuando Satanás estaba tentando a Jesús en el desierto, él desafió a Jesús a tirarse de la parte superior del templo. Satanás alegó que los ángeles de Dios lo protegerían. Jesús le respondió: “También está escrito:” No tentarás al Señor tu Dios.” (Mateo 4:7)

Puede parecer piadoso decir que uno confía en Dios para su protección, y todos debemos hacerlo, pero es tentar a Dios si no tomamos las medidas que Él ha dispuesto para nosotros en la Biblia.

El Papel del Gobierno

La Biblia señala el primer asesinato en Génesis 4 cuando Caín mató a su hermano Abel. La respuesta de Dios no fue registrar las rocas o imponer una verificación de antecedentes de los que compraron arados, o cualquiera que haya sido el instrumento que Caín usó para matar a su hermano. En cambio, Dios lidió con el criminal. Desde Noé el castigo por asesinato ha sido la pena de muerte.

Vemos que muchos hoy en día rehusan aceptar esta norma que Dios nos ha dado desde el principio. Mas y mas se acepta la idea de que si el gobierno comprueba los antecedentes penales de los compradores de armas, la delincuencia disminuirá, pero que rara vez se deba ejecutar a los asesinos.

En Mateo 15 (y en Marcos 7) Cristo acusó a los líderes religiosos de su tiempo de oponerse a la ejecución de los que merecían la muerte bajo la ley–es decir, a los adolescentes rebeldes. Habían sustituído los mandamientos de Dios con sus propias tradiciones. Dios nunca ha mostrado interés en el control de los medios de violencia. El siempre ha exigido el castigo del malhechor, con el propósito de restaurarlo (la  excomunión y la restitución son parte de este proceso). El control del individuo se deja al  gobierno de su propio corazón. Cuando el individuo no puede regir su propia conducta, entonces el gobierno civil ejecuta el castigo.

Hoy la sabiduría del hombre ha decretado zonas escolares libres de armas, que son invadidas por terroristas armados hasta los dientes. Muchos de estos asesinos son adolescentes, y se niegan a ejecutarlos. Parece que hemos aprendido poco del reproche de Cristo a los fariseos.

En ninguna parte de la Biblia Dios decreta provisión alguna para hacer frente a los instrumentos del delito. Él siempre se centra en las consecuencias para un individuo de sus acciones. Las advertencias sobre el cielo y el infierno sólo se aplican a las personas, no a las cosas. La responsabilidad sólo se exige del individuo, no de los objetos. Si este principio, que se fijó firmemente en el derecho de ley común, persistiera hasta el día de hoy, las demandas contemporáneas en contra de los fabricantes de armas serían expulsadas de las cortes (a menos que el arma no funcionara bien).

La responsabilidad del individuo incluye hacerse cargo de los daños monetarios si un arma de fuego queda al descubierto de una manera negligente de modo que un niño inocente la coja y abuse de ella. La solución no es poner trabas al gatillo de una pistola para evitar ser llevado a juicio a una corte de ley. Algunos podrían argumentar que esto no es más que una aplicación de la prescripción bíblica de que una barandilla se coloque alrededor de las azoteas planas de casas donde la gente pueda reunirse. Pero las trabas al gatillo se utilizan en armas descargadas, que sería lo mismo que exigir una barandilla alrededor de un techo de dos aguas, donde la gente no se puede parar.

Obviamente, la protección contra accidentes no debe hacernos más vulnerables a un ataque criminal. Sin embargo, cuando el seguro del gatillo está instalado en un arma de fuego, ésta queda incapacitada para la protección de uno mismo.

El arma de fuego personal para la autodefensa debe estar disponible en caso de emergencia. Las barandillas en las azotea no son equivalentes a la necesidad de un acceso instantáneo a una pistola. Por otro lado, las armas que no están destinadas para su uso inmediato deben mantenerse aseguradas como una precaución razonable. Pero penalizar al propietario, ya sea monetariamente o mandándolo a la cárcel, porque otra persona usó su arma criminalmente, viola un precepto básico de la Escritura: “La justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él.” (Ezequiel 18:20 b)

La Defensa Propia Comparada con la Venganza

El resistir un ataque criminal no debe ser confundido con tomar venganza, que es el dominio exclusivo de Dios. (Romanos 12:19)  La venganza ha sido delegada por Dios al magistrado civil, que como leemos en Romanos 13:4: “es servidor de Dios para tu bien, pero si haces el mal, teme; porque no lleva la espada en vano, porque es servidor de Dios, vengador para castigar al que hace lo malo.”

Defenderse durante un ataque criminal si es permitido. Lo que es prohibido es la venganza privada, como por ejemplo, seguir sigilosamente a un criminal cuando la vida ya no está en peligro.  Lamentablemente, es precisamente este punto el que confunde a los pacifistas cristianos.  Ellos piensan que Jesús en el Sermón de la Montaña, al enseñarnos a dar la otra mejilla, nos daba un nuevo mandamiento de no defendernos contra los malvados.  Pero Jesús se refería a la prohibición de vengarnos cuando alguien nos insulta, no estaba hablando de cuando nuestras vidas están en peligro. (Mateo 5:39)

Consideremos también que el sexto mandamiento nos dice “No matarás”.  En el siguiente capítulo, Éxodo 22, Dios le dio a Moisés muchos ejemplos de las situaciones que requieren la pena de muerte. Dios claramente no nos ha dicho que nunca debemos matar.  Él nos ha prohibido el asesinato, lo que significa que no debemos tomar una vida inocente.  Tengan en cuenta también que el magistrado civil debe ser un terror para los que hacen el mal.  Este pasaje no implica en modo alguno que el papel de la policía es prevenir los delitos, o proteger a las personas de los delincuentes. El magistrado es un ministro cuyo deber es servir como un vengador que ¨está al servicio de Dios para impartir justicia y castigar al malhechor.” (Romanos 13:4)

Este punto se refleja en la doctrina legal de los Estados Unidos.  En repetidas ocasiones, los tribunales han sostenido que el gobierno no tiene la responsabilidad de garantizarle seguridad al individuo. Uno de los casos (Bowers vs. De Vito) lo expresó de esta manera: “No existe un derecho constitucional de ser protegido por el Estado en contra de un asesino.”

La Defensa Personal en el Nuevo Testamento

El pacifista cristiano puede argüir que Dios cambió de opinión después  que le dió a Moisés los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí. Tal vez le gustaría pensar que Cristo anuló los Diez Mandamientos ex
puestos en Éxodo 20, y todas las razones por las cuales se puede matar a un ladrón  descritas en Éxodo 22.  Pero el escritor de Hebreos deja en claro que esto no puede ser, puesto que “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos.” (Hebreos 13:8)  En el Antiguo Testamento, las palabras del profeta Malaquías nos hablan de Dios de esta manera: “Yo, el Señor, no cambio.” (Malaquías 3:6)

Pablo se refería a la inmutabilidad de la Palabra de Dios cuando escribió  que “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, que el hombre de Dios sea perfecto , enteramente preparado para toda buena obra. ” (2 Timoteo 3:16-17)  Es evidente que Pablo consideró que toda la Escritura, incluyendo el Antiguo Testamento, era beneficiosa para capacitar a los cristianos en todos los aspectos de la vida.

También debemos considerar lo que Cristo le dijo a sus discípulos durante la última cena: ”  Pero ahora, el que tiene bolsa, tómela, y también un saco, y el que no tenga espada, que venda su manto y compre una. ” (Lucas 22:36)  Tengan en cuenta que la espada era la mejor arma ofensiva a disposición de un soldado, el equivalente en esos tiempos al rifle militar de hoy.

El pacifista cristiano probablemente objete que sólo unas pocas horas más tarde, Cristo reprendió a Pedro, quien usó una espada para cortarle la oreja a Malco, siervo del sumo sacerdote. Malco había ido a buscar a Jesus en compañía de un destacamento de tropas.  Leamos lo que Cristo le dijo a Pedro en Mateo 26:52-54:

“Guarda tu espada —le dijo Jesús—, porque los que a hierro matan, a hierro ueren.  ¿Crees que no puedo acudir a mi Padre, y al instante pondría a mi disposición más de doce batallones de ángeles? Pero entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras que dicen que así tiene que suceder?”

En el pasaje paralelo en Juan 18, Jesús le dice a Pedro:

“¡Vuelve esa espada a su funda! —le ordenó Jesús a Pedro—. ¿Acaso no he de beber el trago amargo que el Padre me da a beber? “

No era la primera vez que Cristo tenía que explicarle a los discípulos por qué había venido a la tierra.  Para el cumplimiento de las Escrituras, el Hijo de Dios tuvo que morir por el pecado del hombre, ya que el hombre era incapaz de pagar por su propio pecado y de librarse del infierno. Cristo podría haber salvado su vida, pero entonces los creyentes habrían perdido sus vidas por toda la eternidad.  Estas cosas sólo fueron evidentes a los discípulos después que Cristo murió y resucitó de entre los muertos, y cuando el Espíritu Santo habitó en los elloss el día de Pentecostés. (Juan 14:26)

Queda claro que mientras Cristo le dijo a Pedro, “¡Vuelve esa espada a su funda! ,” no le pidió que se deshiciera de ella.  Eso hubiera contradicho lo que El le había dicho a los discípulos unas pocas horas antes. La espada de Pedro era para que protegiera su propia vida de algún peligro mortal.  Pero su espada no era necesaria para proteger al Creador del universo y al Rey de reyes.

Años después de Pentecostés, Pablo escribió en una carta a Timoteo “Pero si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo.” (1 Tim. 5:8)  Este pasaje se aplica a nuestro tema, ya que sería absurdo adquirir una casa, comprar la comida y los aparatos eléctricos para la familia, y luego negarse a instalar cerraduras y proveer los medios para proteger a la familia y la propiedad. Del mismo modo que sería absurdo no tomar, de ser necesario, la vida del ladrón de noche para proteger a los miembros de la familia. (Éxodo 22:2-3)

Un concepto relacionado, y aún más amplio, se encuentra en la parábola del Buen Samaritano.  Cristo se refirió al resumen de todas las leyes del Antiguo Testamento en dos grandes mandamientos: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.” (Lucas 10:27)  Cuando se le preguntó quien era nuestro vecino,  Cristo contó la parábola del buen samaritano. (Lucas 10:30-37)  El buen vecino fue el samaritano que se hizo cargo de la víctima del atraco.  Los otros que caminaron a su lado e hicieron caso omiso de la víctima no actuaron como buenos vecinos de él.

A la luz de todo lo que hemos visto que enseñan las Escrituras,  ¿podríamos acaso decir que sería mejor “volver la otra mejilla,” que salvarle la vida a un vecino, disparándole a su atacante? La Biblia no habla de tal derecho.   Sólo habla de nuestra responsabilidad ante un ataque–como criaturas individuales hechas por Dios, como cabezas de familia o como buenos vecinos.

Bendiciones y Maldiciones Nacionales

El Antiguo Testamento también nos dice mucho sobre la relación positiva entre la justicia y la autodefensa. La auto defensa engrandece a la nación.  Deja en claro que en tiempos de rebelión nacional contra el Señor Dios, los gobernantes de la nación reflejará la degradación espiritual de las personas y el resultado es una negación de los mandamientos de Dios, la arrogancia de los funcionarios públicos, el desarme y la opresión.

Por ejemplo, el pueblo de Israel fue oprimido durante la época del gobierno de los jueces.  Esto ocurrió cada vez que el pueblo apostató. Jueces 5:8 nos dice que, “Ellos escogieron nuevos dioses,  hubo una gran batalla en las puertas, ni un escudo ni una lanza se observó entre cuarenta mil en Israel.”

Considere a Israel bajo Saúl: El primer libro de Samuel relata el alejamiento de Israel de Dios.  La gente no quería ser gobernada por Dios, querían ser gobernados por un rey como las naciones paganas alrededor de ellos, que odiaban a Dios.  Samuel advirtió al pueblo en lo que se estaban metiendo –  las maldiciones que estarían con ellos –  si persistían en levantar un rey sobre ellos mismos y sus familias. Incluida en esas maldiciones fue el levantamiento de un ejército profesional que tomaría a sus hijos y a sus hijas para guerras de agresión. (I Samuel 8:11)

Esta maldición no es desconocida en los Estados Unidos.  Saúl llevado a cabo todos los juicios que Samuel había advertido a la gente alrededor.  Su acumulación de un ejército permanente se ha repetido en los EE.UU., y no sólo en términos de las fuerzas armadas, sino también los 800.000 policías a tiempo completo, en los niveles de gobierno estatales y locales.

Saúl fue el rey que los israelitas querían.  Era hermoso a los ojos del mundo, pero un desastre a los ojos del Señor.  Saúl no confiaba en Dios.  Se rebeló contra la forma de sacrificio ordenada por el Señor.  Saúl se puso por encima de Dios.  Él estaba impaciente.  Se negó a esperar a Samuel porque el camino dee Dios tomaba demasiado tiempo. Saúl se adelantó y realizó el sacrificio de sí mismo, violando asί el mandamiento de Dios (y, por cierto, también violando la separación ordenada por Dios, sobre los derechos de la Iglesia y el Estado!)

Así fue que Saúl perdió el reino.  Fue bajo su mando que los filisteos fueron capaces de derrotar a los Judios y ponerlos en cautiverio.  Tan grande fue la esclavitud ejercida por los filisteos que:

“En todo el territorio de Israel no había un solo herrero, pues los filisteos no permitían que los hebreos se forjaran espadas y lanzas.  Por tanto, todo Israel dependía de los filisteos para que les afilaran los arados, los azadones, las hachas y las hoces — así que ninguno de los soldados israelitas tenía espada o lanza, excepto Saúl y Jonatán.” (1 Samuel 13:19-20, 22)

Hoy en día, los mismos objetivos de los filisteos se llevarían a cabo por un opresor que prohiba tener armeros.  La espada de hoy es el arma de fuego, ya sea pistola, rifle o escopeta.  El control de la espada de los filisteos equivale hoy en día al control de armas de los gobiernos que no confían a sus pueblos con armas.

Es importan
te entender que lo que le sucedió a los Judios en tiempos de Saúl no era algo inesperado, de acuerdo con las sanciones anunciadas por Dios en Levítico 26 y Deuteronomio 28.  En los primeros versículos de esos capítulos, las bendiciones se prometen a una nación que guarda las leyes de Dios.  En la parte final de los capítulos, las maldiciones se especifican para una nación que está bajo juicio por su rebelión contra Dios.  Deuteronomio 28:47-48 nos ayuda a entender la razón por la opresión de Israel por los filisteos durante el reinado de Saúl:

“Por cuanto no serviste a Jehová tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas, por tanto servirás a tus enemigos, a quienes el Señor enviará contra ti, con hambre y con sed y con desnudez, y con necesidad de todas las cosas, y él pondrá yugo de hierro sobre tu cuello, hasta destruirte.”

La Biblia proporciona ejemplos de la bendición de Dios sobre Israel por su fidelidad.  Estas bendiciones incluyen una fuerte defensa nacional, junto con la paz. Un claro ejemplo se produjo durante el reinado de Josafat. 2 Crónicas 17 nos habla de cómo Josafat condujo a Israel con la fidelidad a Dios, que incluía una fuerte defensa nacional. El resultado: “El temor del Señor cayó sobre todos los reinos de las tierras que estaban alrededor de Judá, por lo que no hicieron guerra contra Josafat.” (2 Crónicas 17:10)

El ejército israelita era una milicia del ejército (Números 1:3).  Cada hombre entró a la batalla portando sus propias armas  – desde el tiempo de Moisés, a través de los jueces, y más allá.  Cuando se sintieron amenazados por los madianitas, por ejemplo,  “Habló Moisés al pueblo, diciendo:  Armaos algunos de vosotros para la guerra, y vayan contra Madián para tomar venganza para el Señor sobre Madián.” (Números 31:3)

Una vez más, para demostrar la herencia bíblica de sujetos que portaban armas y mantener, durante el tiempo de David en el desierto evitar ser capturado por Saúl, “David les ordenó: «¡Cíñanse todos la espada!»  Y todos, incluso él, se la ciñeron.” (1 Samuel 25:13)

Por último, tenga en cuenta a Nehemías y a los que reconstruyeron las puertas y las paredes de Jerusalén.  Ambos eran constructores y defensores, cada hombre  – cada siervo – armados con su propia arma:

“Tanto los que reconstruían la muralla como los que acarreaban los materiales, no descuidaban ni la obra ni la defensa.  Todos los que trabajaban en la reconstrucción llevaban la espada a la cintura.” (Nehemías 4:17-18)

Conclusión

La sabiduría de los que redactaron la Constitución de los Estados Unidos es compatible con las enseñanzas de la Biblia.  Las armas de defensa deben ser dispersados por toda la nación, y no concentrarse en manos del gobierno central.  En un país piadoso, la justicia gobierna a cada hombre por medio del Espíritu Santo que actúa en su interior.  El gobierno no tiene motivos para querer un monopolio de la fuerza, y el gobierno que desea ese monopolio es una amenaza para la vida, la libertad y la propiedad de sus ciudadanos.

La suposición de que sólo peligro puede resultar de las personas que portan armas se utiliza para justificar que el gobierno tenga el monopolio de la fuerza.  La idea de que uno no puede confiar que la gente posea y porte sus propias armas nos indica que nuestro tiempo, como el de Salomón, es de grandes riquezas, pero también de gran peligro para la libertad personal.  Si Cristo no es nuestro Rey, tendremos un dictador que nos gobierne, como Samuel advirtió.

Para aquellos que piensan que Dios trató a Israel de manera diferente de la forma en que Él nos tratará hoy, por favor considere lo que Dios le dijo al profeta Malaquías: “Yo, el Señor, no cambio….” (Malaquías 3:6)